Desarrollo Infantil y Familia
- GONZALO RIVERA

- 18 ago 2020
- 3 Min. de lectura
La familia es la fuente de sabiduría donde emanan los conocimientos que un niño puede experimentar en sus inicios de vida, van desde escuchar a su madre cantarle una canción en su vientre, hasta amamantarlo por primera vez al nacimiento, brindándole cobijo, seguridad y algo que llamamos Amor. Y es en ésta diada donde se puede decir que se vive ese amor puro y sincero, donde un ser humano genera vida en otro ser humano total y dependiente uno del otro, donde los sentimientos se mezclan sin saber porqué se llora y se sonríe a la vez, donde es incomprensible e irracional el primer llanto, que no se puede saber a ciencia cierta si es por abandonar el seno materno o por la alegría de sentirse liberado de la opresión del mismo.
Así es el inicio de lo que a bien llamamos Vida, donde los latidos del corazón bastan para sincronizar el ritmo cardíaco del ser amado, donde el calor de la piel permite destilar en el cerebro sustancias que generan bienestar, agrado, satisfacción y sobre todo seguridad; en este momento es donde la madre se siente segura de su maternidad al abrazar a su ser amado, y el hijo se siente seguro en los brazos de su madre, a quien aprenderá a amar con el pasar de los años.
Si bien, los padres tienen los mejores deseos para sus hijos al nacer, no siempre se puede cumplir lo que se idealiza en dichos momentos de euforia y satisfacción. Es en este precioso momento donde los padres han de llenar una de sus grandes necesidades de trascender su experiencia de vida, de demostrar que han venido a este mundo y han cumplido una de las facetas que nos han hecho creer sobre la misión del ser humano: nacer, crecer, REPRODUCIRSE y.... La necesidad está cubierta, con la llegada del primogénito se ha formado una Familia, es momento de soñar.
Es momento de soñar y despertar lentamente a una realidad que nos aqueja constantemente convirtiéndose en un enemigo silencioso que, sin darnos cuenta, nos llena de disturbios que nos aleja de las buenas intenciones y nos convertimos en los padres contradictorios, llenos de palabras de amor y vacíos de cariño en nuestras acciones para con nuestros hijos. ¿Dónde quedaron los ideales y los buenos deseos e intenciones hacia nuestros hijos?
Posiblemente las necesidades particulares de cada uno nos puedan dar una respuesta a dicha pregunta. Los padres inician con necesidades como: necesito dinero para la educación de mi hijo, necesito trabajar para darle lo que mi hijo necesita, necesito salir a despejarme un poco , necesito ir con mis amistades, necesito salir porque sino voy a tronar. Y las necesidades de los hijos quedan en un segundo o tercer término: necesito un abrazo que regule mis emociones, necesito que me enseñes palabras nuevas para desarrollar mi lenguaje, necesito que me tomes de tu mano para aprender a caminar, necesito de un cuento para estimular mi imaginación y mis procesos cognitivos, necesito de tu presencia papá, necesito de tu presencia mamá.
Es así que las necesidades de unos y otros quedan distantes entre sí, los padres buscando los medios en lugares equivocados para darles lo mejor a los hijos, y los hijos buscando los medios para llamar la atención de los padres para tener un momento con ellos de juego ¿Vale la pena la espera?
En conclusión, podría decirles que, el desarrollo infantil tendrá un sendero prometedor en una familia equilibrada, que no anteponga las necesidades económicas, sociales, culturales, por encima de las necesidades de afecto, cariño, acompañamiento, comprensión y sobre todo Amor. Los niños en la primera infancia necesitan a sus padres que aprendan junto con ellos, que descubran un castillo bajo las almohadas y entre los sillones, que acompañen el sueño de hadas, de príncipes y reinas, de paisajes llenos de dulces y pensamientos altruistas al querer ser un gran bombero. El desarrollo infantil temprano tendrá sus cimientos en la integración familiar y la integración familiar se logrará con la ayuda mutua entre padres e hijos, cumpliendo de manera conjunta sus verdaderas y reales necesidades de afecto.
Psic. Gonzalo Rivera


Comentarios